Esta ha sido una
pregunta recurrente en la historia de la economía y del pensamiento económico.
Si se parte de que la ciencia implica la aplicación de la razón a la búsqueda
del saber, y que se trata de conocer cómo se desarrolla, con qué obstáculos se
encuentra, qué diferencia hay entre conocimiento científico y otros
conocimientos, hasta qué punto son comparables las ciencias duras -física,
química- con otras disciplinas que, de forma tal vez abusiva, también se han
llamado ciencias: las humanísticas y las sociales.
Este es el tema
que siempre nos ha preocupado: ¿hasta qué punto la economía es una ciencia y,
especialmente, comparable a las ciencias que se han llamado duras? John K.
Galbraith lo respondió contundentemente en 1977: "la economía no es una
ciencia exacta". En el siglo XIX, frente al pesimismo de Malthus, Carlyle
habló de la economía como la ciencia triste, una expresión que luego ha sido
utilizada a menudo. Entre los economistas clásicos, Marx concluyó que cualquier
teoría económica o social estaba influida por la ideología y los valores de
quien la proponía. Más tarde, Weber insistió en que si los que estudiaban la
economía o la sociedad querían ser científicos debían dejar de lado los juicios
de valor y la ideología.
Keynes en una
carta a Harrod (1938) le decía que "la economía es esencialmente una
ciencia moral y no una ciencia natural. Es decir, utiliza la introspección y
los juicios de valor". Es más, "la economía es una ciencia que piensa
en términos de modelos y, al mismo tiempo es el arte de elegir los modelos que
son relevantes en el mundo contemporáneo. Está obligada a ser así porque, a
diferencia de las ciencias naturales típicas, los temas a los que se aplica no
son, en muchos aspectos, homogéneos a lo largo del tiempo ". También
Schumpeter en 1948 titulaba "Ciencia e ideología" su discurso en la
reunión anual de la Asociación económica americana donde, a pesar de mostrar su
optimismo relativo sobre la capacidad de los economistas de utilizar los
avances científicos para ir dejando de lado los sesgos ideológicos, concluía
que todo ello "aún nos lleva a la conclusión de que alguna ideología
siempre estará con nosotros".
Para Joan
Robinson que nos ha dejado todo un libro - "Filosofía económica"
(1962) - sobre el tema, "la economía ... ha sido siempre, en parte, un
instrumento de la ideología dominante así como, en parte, un método de
investigación científica ". Apunta que, aunque tal vez sea diferente en lo
que llama las "ciencias respetables", en las investigaciones de los
problemas psicológicos y sociales, la metafísica juega un papel importante. Sin
embargo, para Robinson, tanto si puede ser o no eliminada del conocimiento en
las ciencias sociales, la ideología es indispensable en la acción en la vida
social. Cualquier sistema económico requiere un conjunto de reglas, una
ideología que las justifique, y una conciencia y esfuerzo de los individuos
para cumplirlas y realizarlas. Pero "la gran dificultad de las ciencias
sociales (si es que se las puede llamar así) para aplicar un método científico
es que no se ha establecido todavía una norma acordada para la refutación de
una hipótesis. Sin la posibilidad de hacer experimentos controlados, debemos
confiar en la interpretación de la evidencia, la cual implica un juicio; no
podemos tener nunca una respuesta irrefutable. Y como el sujeto está
necesariamente empapado de sentimientos morales, el juicio va acompañado de prejuicios
".
Las variables
económicas son diferentes de las de las "ciencias duras" por varias
razones: un número muy elevado de variables hace compleja su análisis; es
difícil identificar, aislar y medir muchas de estas variables, a menudo
interrelacionadas de forma complicada; la dimensión histórica de las variables,
que hace que los hechos estudiados no sean permanentes o repetibles como en las
ciencias naturales, dificulta la verificación de las teorías y hace que ciertos
procesos sean acumulativos; la componente humana de las variables puede llevar
a elecciones incoherentes o imprevisibles; las dificultades de hacer
predicciones razonablemente precisas y exactas ha hecho decir que "la
única función de la predicción económica es la de hacer que la astrología
parezca respetable", una frase que se atribuye a Galbraith pero que parece
que antes ya utilizó Ezra Salomon.
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