La locura de la OTAN
Solo hay un final aceptable para la guerra en Ucrania. Y no implica dar a Kiev las armas que necesitaría para expulsar por completo a Rusia.
Por Robert Skidelsky
14 de agosto de 2024
«La nación debe hablar claramente con una sola voz», declaró la baronesa Neville-Rolfe, entonces ministra de Estado conservadora en la oficina del gabinete, el 20 de febrero de 2024. Ningún comentario capta tan claramente la mentalidad de la política exterior británica y del establishment de defensa sobre Ucrania.
La opinión oficial, de la que el Partido Laborista nunca se ha apartado, es que Gran Bretaña debe dar a Ucrania «todo lo que haga falta» para expulsar al invasor ruso de su suelo. «Necesitamos hacer de forma constante y fiable todo lo que Ucrania necesite para ganar esta guerra», dijo Grant Shapps como ministro de Defensa conservador, en mayo. «El gobierno británico debe dejarle claro al Kremlin que apoyará a Kiev durante el tiempo que sea necesario para lograr la victoria», dijo David Lammy, que pronto sería secretario de Asuntos Exteriores, unos meses antes.
Que Putin deba ser sancionado por un acto de agresión es, por supuesto, una postura respetable; el problema es que en Gran Bretaña, y casi exclusivamente en Gran Bretaña, es la única postura que se considera respetable.
Dentro del mundo de la OTAN, solo Polonia y los Estados bálticos rivalizan con Gran Bretaña en beligerancia. En los últimos dos años, los líderes de China, Brasil, Indonesia, India y Sudáfrica han pedido negociaciones de paz urgentes. Donald Trump ha prometido hacer la paz «en 24 horas» si es elegido; Hungría y Turquía se han ofrecido como mediadores. Entre las figuras destacadas de la política y los negocios que han pedido conversaciones de paz se encuentran el expresidente francés Nicolas Sarkozy y Elon Musk. El Vaticano pidió conversaciones de paz en marzo de este año, antes de instar a Rusia, el «agresor», a poner fin a su guerra «injusta».
Por el contrario, en Gran Bretaña reina una sola postura. Todos los principales medios de comunicación son miembros firmes de la escuela de la «victoria a cualquier precio», siendo el imperio Murdoch particularmente belicoso. Nigel Farage fue condenado unánimemente cuando dijo que era hora de hacer las paces para salvar vidas. Y esto en un país con una famosa tradición de disidencia en política exterior. ¿Quién recuerda ahora el poderoso discurso de John Bright en el Parlamento en 1854 contra la Guerra de Crimea, o quién es capaz de pronunciar un discurso así?
La cuestión de por qué Gran Bretaña debería ser tan belicosa es de gran interés en sí misma. La respuesta seguramente incluiría un sentido de culpa británico único por apaciguar a Hitler en Múnich en 1938, un reflejo imperial de Gran Bretaña como «policía mundial» y la visión que Gran Bretaña tiene de sí misma como faro moral. El estribillo repetido sin cesar es que «el apaciguamiento nunca funciona». Sin embargo, la idea de que si no se detiene a Putin en Ucrania, su maltrecho ejército irá a los países bálticos, el Cáucaso, Moldavia o Polonia es una completa tontería. La enorme superioridad militar convencional occidental sobre Rusia garantizaría que cualquier ataque a un estado de la OTAN produciría una derrota segura y rápida. Sin embargo, mi preocupación no es tanto las causas de la postura de Gran Bretaña, sino la pobreza de pensamiento que muestra y las horribles consecuencias de llevarla hasta el amargo final. Donde el bipartidismo está plenamente justificado es en ayudar a Ucrania a resistir una victoria rusa, en el sentido de que Rusia pueda conquistar Ucrania o mantenerla como un estado títere. Occidente ayudó a Ucrania a evitar una victoria rusa en 2004.
Donde el bipartidismo está plenamente justificado es en ayudar a Ucrania a resistir una victoria rusa, en el sentido de que Rusia pueda conquistar Ucrania o mantenerla como un estado títere. Occidente ayudó a Ucrania a evitar una victoria rusa en 2022, y con el apoyo continuo de Occidente, Rusia no puede ganar en el sentido que esperaba. El plan de paz de Putin de junio de 2024 reconoce esto. Al pedir la cesión formal de las provincias de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporizhzhia (alrededor del 20 % del territorio ucraniano, incluida Crimea) a Rusia, la no pertenencia a la OTAN y el fin de las sanciones financieras occidentales, admite la realidad de un éxito ruso solo cualificado.
¿Qué pasa con el objetivo declarado de Gran Bretaña de una victoria ucraniana? Lo que esto significaría se expuso en el plan de paz de 10 puntos de Zelensky de noviembre de 2022, y más recientemente en la Cumbre de Paz de Ucrania, que tuvo lugar en Suiza los días 15 y 16 de junio de 2024. Incluye la retirada completa de Rusia del territorio ucraniano ocupado desde 1991, el pago de reparaciones por parte de Rusia por su invasión, el juicio a Putin y su gobierno por crímenes de guerra y garantías contra futuras agresiones rusas. Está claro que cualquier resultado de este tipo requeriría la derrota completa de Rusia y un cambio de régimen en Moscú. La mejor analogía sería la derrota y ocupación de Alemania en 1945, que permitió los juicios por crímenes de guerra de Nuremberg contra los líderes nazis capturados.
Ucrania no puede lograr este tipo de victoria con los niveles actuales de despliegue militar. La demografía y la economía pesan mucho a favor de Rusia. Una nación de 37 millones de habitantes se enfrenta a otra de 144 millones. La economía rusa está en auge, mientras que la de Ucrania se está recuperando lentamente de la invasión. En este contexto, cabe destacar el fracaso de las sanciones económicas para paralizar el esfuerzo bélico de Rusia. Rusia no solo ha abierto rutas de suministro alternativas para sus exportaciones de energía, sino que las sanciones a particulares han provocado una repatriación de capitales que ha contribuido a alimentar el fondo de guerra de Putin.
La esperanza de la victoria ucraniana depende, por tanto, totalmente de que Ucrania reciba de la OTAN las armas avanzadas y los permisos necesarios para obtener una ventaja militar decisiva: más UAWS (drones), más herramientas para romper minas, más aviones de combate F-16 y, sobre todo, permiso para «utilizar misiles estadounidenses de largo alcance para atacar objetivos en el interior de Rusia». Pero es una peligrosa ilusión creer que tal mejora de las capacidades ofensivas de Ucrania le reportaría la victoria, o incluso la ventaja en futuras negociaciones de paz, porque ignora por completo la probabilidad de que, en respuesta, los rusos desplieguen sus propias armas más peligrosas, mientras continúan convirtiéndose en una economía totalmente militarizada, incluso si eso conduce a un estancamiento o caída de los ingresos reales.
Sobre todo, las propuestas de proporcionar a Ucrania armas capaces de llevar la guerra al corazón de Rusia ignoran totalmente el peligro de una escalada hasta el nivel nuclear. La suposición parece ser que el veto de China al uso de armas nucleares será vinculante para Rusia, pero es muy imprudente esperar que se mantenga en caso de que los rusos se enfrenten a una catastrófica derrota militar. De hecho, el analista de defensa Charles Knight sostiene que la guerra de Ucrania presenta un riesgo nuclear mayor que la crisis de los misiles de Cuba. Cualquier compromiso de la OTAN de llevar la guerra al corazón de una potencia nuclear fuertemente armada sería un acto de irresponsabilidad temeraria. Sin embargo, esta es la lógica de suministrar a Ucrania «todo lo que necesita» para la victoria.
Si rechazamos una victoria rusa por principios y una victoria ucraniana por prudencia, nos quedan las dos alternativas de una guerra interminable o un acuerdo de paz. En el primer escenario, Rusia y Ucrania siguen luchando, sin que ninguno de los dos bandos consiga asestar un golpe decisivo, pero sin mostrar tampoco ningún interés en negociar.
Este resultado es muy improbable. Presupone que las líneas de batalla permanecen estáticas, pero como señalan George Beebe y Anatol Lieven, del Quincy Institute for Responsible Statecraft, «La guerra no tiende a un punto muerto, sino al eventual colapso de Ucrania».
La reciente y audaz incursión de Ucrania en territorio ruso es un éxito táctico espectacular, pero no altera la realidad estratégica de que, en ausencia de un aumento del apoyo militar y económico a Ucrania, Rusia simplemente agotará la capacidad de lucha de Ucrania. Por lo tanto, lejos de poner a Ucrania en una mejor posición en futuras negociaciones de paz, la prolongación de la guerra empeorará su posición negociadora, a expensas de miles de vidas más, ucranianas y rusas, y de una mayor destrucción de su infraestructura.
Así que nos queda una paz negociada. El argumento para querer que esto suceda cuanto antes es moral. En Occidente no podemos impedir que los ucranianos luchen hasta la muerte si así lo desean, pero animarlos a hacerlo con la esperanza ilusoria de la victoria es, en mi opinión, sumamente inmoral.
También es cegarse ante un hecho obvio sobre el terreno. El resultado más importante de la guerra hasta ahora es que Ucrania ha luchado por su independencia y la ha ganado, como hizo Finlandia en 1939-40. Aunque Ucrania es oficialmente independiente desde la disolución de la Unión Soviética en 1991, en la práctica, el Kremlin manipuló su política interna hasta el levantamiento de Maidán de 2014, que provocó la primera apropiación rusa de territorio: Crimea. En cualquier paz negociada, Ucrania está condenada a perder más territorio, pero ya no será un estado satélite. La independencia no requiere una victoria total.
¿Pueden conciliarse los requisitos de paz de Rusia y Ucrania? Probablemente no, a menos que China y la OTAN, es decir, Estados Unidos, presionen a ambas partes para que moderen sus exigencias. Hay pruebas sólidas de que las negociaciones de paz entre Rusia y Ucrania poco después de la invasión de febrero de 2022 fueron abortadas por el primer ministro británico, Boris Johnson, al ir a Kiev y prometer a Zelensky el pleno apoyo de la OTAN para continuar la lucha. Pero ahora se necesita lo contrario: la promesa de apoyo incondicional a una victoria ucraniana solo puede animar a los ucranianos a tener una visión ilusoria de sus perspectivas.
Entonces, ¿qué debería suceder? Washington debería iniciar conversaciones con Moscú sobre un nuevo pacto de seguridad que salvaguardara los intereses legítimos de Ucrania y Rusia en materia de seguridad. Estados Unidos y sus aliados ofrecerían garantías militares a Ucrania, incluso sin ser miembro oficial de la OTAN; a Rusia se le prometería que no se instalarían misiles con capacidad nuclear en sus fronteras. El anuncio de estas conversaciones debería ir seguido inmediatamente de un alto el fuego de duración limitada en Ucrania. El alto el fuego permitiría a los líderes rusos y ucranianos negociar su futuro conjunto —y el futuro de los ucranianos que viven en territorio actualmente ocupado por Rusia— de manera realista y constructiva. El pensamiento por sí solo no puede garantizar un buen resultado, pero puede ayudar a alejar la acción de caminos de locura y demencia.
Traducido de Prospect: https://www.prospectmagazine.co.uk/world/europe/ukraine/67583/natos-folly
Traducción: Antoni Soy Casals
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